23/2/08

El trabajo de Inconsciente a Inconsciente: una visión Transpersonal

Dos personas frente a frente: terapeuta y paciente. Sin embargo, la figura no es la más conocida desde la Psicología ortodoxa: ambos están distendidos, y un clima de familiaridad, de afecto, flota en el aire. Aún quien no conociera el idioma podría advertirlo: no hay alguien que “sabe” y alguien “que tiene problemas”: hay dos personas investigando sensiblemente cómo superar el dolor, cómo desplegar lo más sano, cómo construir una vida que valga la pena. Ambas saben algo puntual: necesitarán ayuda. ¿De quién? Del Inconsciente de cada uno de ellos.

La inteligencia del Inconsciente ha sido un ítem muy soslayado por la Psicología Occidental. Si miramos hacia Oriente (el Taoísmo, el Budismo Tibetano, el Zen...) nos encontraremos con otra visión del Inconsciente que enriquece enormemente la mirada que podamos tener sobre cualquier tarea terapéutica, y aún respecto del trabajo consigo mismo. El sabio chino Ma-Yuan, (en el siglo 12 a.C.!) dijo: “El Inconsciente trabaja a través de mi mente consciente, haciéndole entender la verdadera naturaleza de la realidad; está dotado de verdadera sabiduría trascendental.”

Trabajar desde este paradigma implica que tanto facilitador como facilitado se vuelva, cada uno, dos personas: la de la superficie, y la de la profundidad, cada una con su propia inteligencia, con su propio lenguaje, y, por ende, con sus propias conexiones cerebrales bien diferenciadas (lo consciente vinculado al hemisferio cerebral izquierdo y lo Inconsciente relacionado con el derecho y con el circuito hipotalámico). Esta visión que apunta a una disociación saludable fue tenida en cuenta por Tradiciones de Conocimiento de diversas culturas. Tal como lo decía el poeta sufi Rumi: “¿Te visitas a ti mismo con regularidad?”.

Tan es así que la propuesta implica que el paciente aprenda a pedirle ayuda a su propio Inconsciente, y que el terapeuta se entrene en pedirle ayuda para su trabajo de facilitación tanto a su propio Inconsciente como al Inconsciente de su paciente. Jung decía, por ejemplo, que si un terapeuta interpretaba un sueño de su paciente incorrectamente, no se preocupara, pues ese Inconsciente fabricaría otro sueño corrector, para que quedara a la vista el anterior error. De hecho, cuando se trabaja con sueños desde este paradigma, para interpretar el significado de un sueño uno puede entrenarse en pedirle ayuda... al Inconsciente mismo, que es quien lo diseñó! El verdadero diccionario de sueños está adentro de sí mismo...

¿Cómo aplicar el concepto de “inteligencia del Inconsciente” al encuentro terapeuta-consultante? Desglosemos este concepto:

1) El Inconsciente del paciente: Necesitamos concebirlo como constituido
por diversos estratos. A cierta profundidad habrá impedimentos que remover: traumas, complejos, bloqueos, conflictos, mandatos... Podríamos hablar aquí de un plano condicionado por el mundo externo. Sin embargo, el Inconsciente del consultante tiene tres instancias más que todo terapeuta bien entrenado puede activar:

a) Aprendizajes inconscientes que hay que poner a jugar a favor para resolver las dificultades que actualmente sean un impedimento: con frecuencia, estas cualidades edificantes son extraídas aún desde instancias dolorosas, que en el Inconsciente se han transformado, brindando como fruto rasgos evolucionados de los que tal vez el consultante no es consciente, y que necesita apropiarse para utilizarlos libremente.

b) Conocimientos no-aprendidos, que devienen del núcleo del Inconsciente: el Sí Mismo, nuestra real Esencia, de la que con mucha frecuencia se vive desconectado. Los antiguos decían que en ese fondo oculto existe una naturaleza medicatriz: así como el cuerpo físico tiene una inteligencia auto-reparatoria que cierra y cicatriza las heridas, lo invisible que nos habita también tiene una inteligencia no-racional (que inclusive a veces es trans-racional), que tiende a reparar lo lastimado de un modo que el intelecto nunca podría lograr. Un terapeuta puede entrenarse en activar en el Inconsciente del paciente esa naturaleza medicatriz, por una vía no-intelectual.

c) Recursos psicológicos que el Inconsciente del consultante aporta a medida que se sabe cómo pedírselos: de allí que existan técnicas de sondeo interno para averiguar el origen emocional de un síntoma, solicitar al Inconsciente recuerdos que sea necesario evocar o soluciones que ni siquiera al terapeuta más avezado podrían ocurrírsele, pues quien las sabe está en el interior del propio consultante...

2) El Inconsciente del terapeuta: Si bien los conocimientos intelectuales que un terapeuta tenga pueden ser sumamente importantes, en la mayoría de las universidades no se le adiestra para que pueda sintonizar su propio Inconsciente con el de su paciente, ni tan siquiera para que aprenda a sintonizarse con la inteligencia de su propio Inconsciente. Carecer de esa herramienta a la hora de asistir a otra persona implica un desguarnecimiento que muchos terapeutas sienten tener, pero que no han concientizado plenamente ni saben cómo resolver. Saber que se cuenta con esa inteligencia no-racional, que se la puede consultar, que se le puede solicitar ayuda, aporta una seguridad personal y profesional que ninguna teoría puede brindar.

Distintas disciplinas de Oriente y de Occidente proporcionan estrategias para aprender este abordaje: de algún modo, una terapéutica eficaz requerirá algo así como una danza de Inconscientes: el del terapeuta y el del consultante. Para ello será necesario que ambos se entrenen en establecer cierta alianza con el propio Inconsciente. Sí: en la Psicología del Budismo a esto se le llama maitri = amistad incondicional consigo mismo. Desarrollar una actitud amistosa hacia esa instancia interior, -aunque a quien no conozca este paradigma pueda parecerle una disociación extraña-, es la actitud que permite ir desarrollando otro tipo de vínculo consigo mismo y, por ende, con los demás.

El Inconsciente del terapeuta se impregna de la problemática del paciente, y así como el Inconsciente del consultante trabaja durante la semana con la movilización que una determinada técnica pudo haberle producido, el Inconsciente del terapeuta también va elaborando, junto con sus propias problemáticas, la de aquellos a quienes está ayudando. Podría decirse que se asemeja al actual alquiler de vientres, en donde una persona que no puede gestar un bebé cuente con el útero de otra mujer que lo geste: una parte del fenómeno terapéutico se desarrolla de esa manera. El Inconsciente del terapeuta le irá ayudando al terapeuta mismo y al Inconsciente de su paciente a encontrar los mejores caminos, las técnicas apropiadas a cada etapa del trabajo interno, los recursos que al intelecto no se le habrían ocurrido...

De modo que, integrativamente, este tipo de tarea apunta a una séxtuple conexión:

- Desde la conciencia del paciente hacia su propio Inconsciente, permaneciendo disponible a lo que su interior quiera decirle, y estableciendo un diálogo con esa parte de sí, aprendiendo a solicitarle ayuda.
- Desde el Inconsciente del paciente hacia su conciencia, aportándole conocimientos y transformaciones que desde su voluntad no podría obtener.
- Desde la conciencia del terapeuta hacia su propio Inconsciente, sondeando sus contenidos mientras se relaciona con su paciente (mediante la práctica de la Atención Plena), y buscando recursos en su propio hemisferio derecho (aprendidos y no-aprendidos) para una mejor tarea asistencial.
- Desde el Inconsciente del terapeuta hacia su propia conciencia, proveyéndole intuiciones y certezas, sueños y herramientas creativas para ayudar a su paciente.
- Desde el Inconsciente del terapeuta hacia el de su paciente, y viceversa, en una danza de mutuo entendimiento que el nivel consciente no podría lograr.

¿Qué entrenamiento debe tener quien busca trabajar a partir este modelo integrativo Oriente-Occidente que propone la Psicología Transpersonal? Debería aprender a...

- Desarrollar la capacidad de auto-observación, cultivando de modo técnico una Conciencia-Testigo (como la define la Psicología de Oriente) para discernir sus propios contenidos mentales de los de su consultante, y estar receptivo a las sugerencias que su propio Inconsciente le haga para llevar adelante su tarea asistencial. Ese discernimiento también le permite estar atento a que los contenidos psíquicos dolorosos de sus pacientes no “contaminen” su propio psiquismo, dado que ello le impediría no sólo ayudar con eficacia, sino también mantener una vida personal emocionalmente sana.

- Aprender los recursos fundamentales para instrumentar Técnicas de Acceso Directo al Inconsciente: el lenguaje metafórico, el tono de voz apropiado, la actitud adecuada, la postura corporal, el eventual empleo de música, y diversas herramientas que propicien el buceo del Inconsciente y la activación del hemisferio cerebral derecho, tanto de sí mismo como de su consultante; así, contará con diversas estrategias que le permitan ingresar al universo del Inconsciente, estando en conocimiento de la lógica del Inconsciente y las claves de acceso a ese universo sensible.

- Disponer de una variada gama de técnicas aferentes y eferentes que le permitan generar inducciones en el Inconsciente de su consultante, así como recibir información que el Inconsciente del paciente tenga para brindarle.

Estas mismas herramientas pueden adoptarse para:

- Un trabajo sobre sí mismo en cualquier persona que desee explorar su propia interioridad, aplicándoselo inclusive en procesos creativos de diversa índole.

- La coordinación de grupos que puedan aprovechar las diferentes Técnicas de
Acceso Directo al Inconsciente, ya sea desde el trabajo psico-corporal, la auto-investigación psicológica, el conocimiento de las emociones, etc.

En síntesis, el análisis terapéutico es un instrumento válido, pero no olvidemos que la palabra misma lo dice: la función analítica se despliega desde el hemisferio cerebral izquierdo. Pero las funciones sensitivas, nuestra historia emocional, y el vínculo directo con el Inconsciente sólo puede lograrse a partir del trabajo con el hemisferio cerebral derecho. Podría decirse que en el interior de cada persona hay un tesoro escondido: si voy hacia él desde el hemisferio izquierdo, lo único que podré hacer es un mapa de dónde está ese tesoro. Si voy a través del derecho, simplemente lo tomo con mis manos directamente, sin intermediarios: accedo a recuerdos, a recursos, a potencialidades latentes, y dejo que el Inconsciente colabore con traerlos a la luz, hablándole en su propio lenguaje.

Si, como terapeutas, trabajamos sólo desde el hemisferio izquierdo, sin participar emocionalmente del mundo del mundo interno de nuestro consultante, quizás, sin saberlo, seamos sólo medio terapeuta, y así nos quedemos sólo en la antesala de donde se hallaba el tesoro. De allí que en muchos procesos terapéuticos el paciente sepa lo que le sucede y por qué le sucede lo que le sucede... pero le siga sucediendo igual! Lo que pasa en estos casos es que todo ha quedado en su hemisferio izquierdo (razonante-analítico), pero el derecho... tal vez ni se enteró de tantos años de elucubraciones! Para ser un terapeuta completo hay que contar con el propio Inconsciente, y ayudarle al paciente a que pueda contar con el suyo: maitri. De eso se trata esta tarea: integrarse a sí mismo, para ayudar a otros a que puedan ser también seres humanos más completos.§

Lic. Virginia Gawel, Psicóloga, co-Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires, www.centrotranspersonal.com.ar (Permitida la reproducción de este material citando esta fuente.)

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Convidando un pensamiento... Dicen los Unpanishads, un conjunto de textos hindúes escritos hace unos 2600 años, totalmente coincidente con la visión de que existe un Inconsciente más profundo: Víctor Frankl le llamó Inconsciente Espiritual, el psiquiatra italiano Roberto Assagioli Supraconsciente. Es necesario que la Psicología no lo ignore!: "Hay un Espíritu que permanece despierto cuando dormimos, que crea la maravilla de los sueños. Es el Espíritu que en verdad se llama el Inmortal. Todos los mundos descansan en ese Espíritu y nadie puede ir más allá de él." En el Zen le llaman "el Nonato": aquella parte de sí que no nació, pues no pertenece al tiempo. Por lo tanto, no puede morir...