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"The Egg", dibujado por Carl G. Jung en su "Libro Rojo" |
Crisis es deconstrucción (que no es necesariamente sinónimo de destrucción): ya sea que la vida arrase desde afuera con eventos conmocionantes, o que desde adentro aflore un nuevo orden que quiere manifestarse, lo que era, empieza a no ser (o deja de ser súbitamente). Y uno de los factores que se deconstruye en los procesos de crisis es nuestra autoimagen: el concepto que tenemos de nosotros mismos. A la persona que éramos (con mecanismos de defensa que pueden haber sido útiles hasta ese momento para sobrevivir) se le fisuran las murallas edificadas a lo largo de años... y por allí se filtra... lo que no conocemos de nosotros mismos, y también lo que tuvimos largamente retenido tras esas paredes de contención (viejos dolores, traumas, rasgos no trabajados... así como potencialidades que pujan por ser, como un bebe nuevemesino que se siente asfixiar si no transita ya por el canal de parto).
Deconstrucción significa, en este caso, desarmar hábitos,
maneras de ser, puntos de referencia (adentro y afuera), para ir construyendo,
en cambio, lo nuevo (como un arquitecto
que recicla una casa, realzando poco a poco su belleza y volviéndola más sólida,
más habitable). En estos períodos el Inconsciente suele expresarse con mucha
potencia: es como si aprovechara esas fisuras de lo viejo para hacer oír su voz. En este enunciado
partimos de la base (muy apreciada hoy en la Psicología que integra
Oriente y Occidente, así como en las Neurociencias) de que el Inconsciente tiene una inteligencia propia (o, como diría Carl
Jung, una notable autonomía). Desde
esa cualidad, podríamos decir que hace
propicia la desestructuración de los momentos de crisis para hacernos ver lo
que no vemos, darnos su punto de vista sobre cómo tenemos organizada
nuestra vida, y procurar orientarnos mediante mensajes oníricos “a viva voz”.
Así, si la persona presta atención a sus sueños (para lo
cual puede entrenarse si tiene vocación de conocimiento), descubre vetas de su
realidad que su conciencia no había
tenido en cuenta... mas su Inconsciente
sí! Hasta es posible que estos sueños (gritos que provienen desde la mente
profunda y sensible) irrumpan en el dormir aún en la persona que no tiene ningún
entrenamiento en comprenderlos o en recordarlos: se hacen presentes con enorme
potencia.
Esos sueños, como la crisis en sí misma, son una oportunidad: la posibilidad de contar verdaderamente consigo mismo; esto
es, de dialogar con el propio Inconsciente, recibiendo su material, pues “contar
consigo mismo” implica poner a jugar a nuestro favor esa inteligencia del
propio Inconsciente. Nuestra interioridad es como la imagen que el mismo Jung pintó: un huevo
germinativo que incubamos a lo largo de toda la vida, y del cual puede
nacer, en cada crisis, una nueva identidad.
Los sueños en proceso de crisis orientan, clarifican,
señalan la elaboración de viejos asuntos de nuestro pasado, nos muestran qué
cualidades están obstaculizando nuestra expansión, y cuáles son aquéllas que
abrirían las nuevas puertas a las que toda crisis conduce.
Sueños apocalípticos, sueños bellos, pesadillas, sueños
creativos... Dentro nuestro hay un laboratorio permanente. Podemos, en forma
pasiva, ignorarlo... podemos sólo intuir que allí está... o podemos, en cambio,
decidir ser activos laboratoristas. Porque trabajar con los sueños es eso:
transformar la actividad onírica en un laboratorio. O, mejor aún: en un labor-oratorio (que es de donde viene
esa palabra). De uno depende. §
© Virginia
Gawel
(Se permite reproducción citando la fuente.)
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