Inteligencia Onírica
EL INCONSCIENTE Y LOS SUEÑOS EN ORIENTE Y OCCIDENTE: Psicología Transpersonal - Jung - Frankl - Desoille - Wilber - Perls - Zen - Yoga de los Sueños Tibetano - Grecia antigua - América Precolombina...
24/6/16
11/6/12
Los sueños repetitivos
© Virginia Gawel
www.centrotranspersonal.com.ar
En Facebook: http://www.facebook.com/virginia.gawel y http://www.facebook.com/centrotranspersonal
7/3/12
Los sueños en situaciones de crisis
"The Egg", dibujado por Carl G. Jung en su "Libro Rojo" |
Crisis es deconstrucción (que no es necesariamente sinónimo de destrucción): ya sea que la vida arrase desde afuera con eventos conmocionantes, o que desde adentro aflore un nuevo orden que quiere manifestarse, lo que era, empieza a no ser (o deja de ser súbitamente). Y uno de los factores que se deconstruye en los procesos de crisis es nuestra autoimagen: el concepto que tenemos de nosotros mismos. A la persona que éramos (con mecanismos de defensa que pueden haber sido útiles hasta ese momento para sobrevivir) se le fisuran las murallas edificadas a lo largo de años... y por allí se filtra... lo que no conocemos de nosotros mismos, y también lo que tuvimos largamente retenido tras esas paredes de contención (viejos dolores, traumas, rasgos no trabajados... así como potencialidades que pujan por ser, como un bebe nuevemesino que se siente asfixiar si no transita ya por el canal de parto).
25/7/11
El experto y sabio inconsciente
28/2/11
Soñar con los que no están
Lo que quiero compartirles tiene que ver con un sueño. Un sueño que canta Joan Baez en base a una experiencia real. (Joan Baez: cantante norteamericana, activista por la no-violencia y otras causas nobles desde los años 60 hasta la fecha…El video es del mítico festival de Woodstock. La letra es de Paul Roberson.) Quiero referirme a la experiencia onírica de estar en contacto con personas fallecidas (ya sea conocidas o no). ¿Es posible soñar con quienes ya no están? Lo que puedo decir, después de casi tres décadas de estudiar sueños, aún con un pensamiento científico, es que no soy quien para decir que no: hay sueños que parecen ser un medio de elaborar procesos de duelo, generados por el propio Inconsciente. Pero… ¿es viable que lo que no pertenece en nosotros a la materia, se contacte con lo que en el otra YA no está en la materia? Aún no lo sabemos, pero, aunque parezca extraño, es tema de investigaciones en el área de
5/1/11
Los sueños: Un artículo de la revista "Viva"
Este artículo, en el que tuve el gusto de poder expresar algunos aspectos de mi propia experiencia en el trabajo con sueños, fue realizado por la periodista Fabiana Fondevila (profunda y sensible, como en cada uno de sus artículos), y publicado el 7 de febrero de 2010. Contiene además información de otras investigadoras sobre este apasionante tema, tales como la Dra. Patricia Garfield, Jane Teresa Anderson y la psicóloga canadiense Jill Mellick. Que les resulte provechoso!
Ella tenía trece años y vivía en una zona campestre de la provincia de Buenos Aires. Un día iba en bicicleta por un camino en bajada cuando un auto la encerró. El hombre que conducía la tiró de la bicicleta de un portazo, y luego intentó desmayarla para llevarla con él. La niña atinó a Morderle la mano con fuerza y el hombre salió disparado. En los hechos, había logrado salvarse á sí misma. En su interior, se había convertido en prisionera. Virginia Gawel cuenta esta historia en los seminarios de sueños que dicta desde hace años. La cuenta no por su valor confesional sino por lo que viene a continuación. Por años, el recuerdo aterrador golpeó a su conciencia desde una y otra pesadilla: su atacante no se cansaba de volver. Virginia creció, se recibió de psicóloga, ahondó por medio de terapias y libros y diversas exploraciones en ese ver el universo subterráneo que conocemos como inconsciente. Y una buena noche, la visitó el siguiente sueño: “Bajaba en mi bicicleta por aquel camino de tierra de mi infancia, pero en vez de tener sus usuales huellones peligrosos estaba recién asfaltado, lisito, hermoso, y el asfalto nuevo tenía estampados, aquí y allá, inmensos tréboles de cuatro hojas. Al acercarme al lugar del hecho, vi qué desde mis espaldas se proyectaba la sombra de aquel auto. Entonces creció en mí una bravura que me hizo decir: 'Ahora sí, que aparezca ese tipo, que me puedo defender muy bien!'. En ese instante desperté, llena de vitalidad y con una sensación de bienestar. Me brillaban los ojos, ¡tanto que mi primer paciente de la mañana me lo hizo notar!".
¿Qué había pasado? Que todo el empeño puesto por Virginia en explorar y superar aquel hecho traumático había dado frutos, y el sueño venía a anunciárselo. “A partir de ese sueño comencé a tomar decisiones muy importantes para mí -cuenta Virginia, co-creadora, con Eduardo Sosa, del Centro Transpersonal de Buenos Aires-. Entre ellas, al mes siguiente me animé a viajar a Europa sola, algo que había evitado por temor. Fue un viaje iniciático."
¿Qué es esta rara alquimia que se produce una y otra vez, todas las noches, a ojos cerrados? Aunque no todos recuerden con igual precisión, se sabe hoy que todos soñamos; que soñamos, de hecho, hasta veinte y cuarenta sueños por noche, en ciclos de noventa minutos. O sea que alrededor de veinticinco días al año habitamos ese universo de seres alados, túneles de colores y tifones que arrasan en plena oficina. Si pasamos tantas horas surcando esa tierra imaginaria, ¿no valdrá la pena explorar un poco su paisaje?
Los antiguos griegos, los egipcios y los babilonios erigían templos para incubar sueños profetices, los tibetanos crearon el yoga del sueño para explorar los estados de conciencia vinculados al dormir, y gran parte de las culturas originarias se apoyaron en las visiones nocturnas de sus chamanes para tomar decisiones. Pero en términos de la evolución de la especie, no hace tanto que se emprendió el estudio sistemático de este fenómeno de la psiquis.
Muy distinta fue la visión de Carl Gustav Jung (1875-1961), el psiquiatra suizo que fue discípulo de Freud y luego se distanció de su maestro precisamente por su concepción del inconsciente. Allí donde Freud veía la sede de la irracionalidad, Jung encontraba el asiento del Sí Mismo, el anclaje de su mayor sabiduría. Versado en las tradiciones sagradas de Oriente, la alquimia y la simbología, Jung construyó una psicología arraigada en lo espiritual, en la que los símbolos eran un portal de entrada. Además de sumar al lenguaje coloquial conceptos como el inconsciente colectivo y los arquetipos, Jung sembró una idea transformadora: el inconsciente como aliado incondicional del ser humano, reservorio de honduras y verdades que el ser consciente apenas atisba. "Dentro de nosotros reside un otro que desconocemos, y nos habla en sueños", declaró.
Patricia Garfield es médica, cofundadora de
Entre otros aspectos, Garfield investigó a fondo la relación del soñar con la salud. En El poder curativo de los sueños, por ejemplo, describe sueños de diagnóstico, de crisis somáticas de diverso orden, y también de curación. Pero incluso cuando señala las pistas de las que el inconsciente se vale para comunicar sus alertas, advierte que nunca hay que abordar un sueño en forma literal. Más bien, dice, conviene contemplar los distintos niveles por los que podría estar discurriendo, incluso todos al mismo tiempo. "Me gusta la metáfora de una casa de tres pisos. En el nivel más bajo están los sueños que tratan sobre los procesos fisiológicos. En el segundo nivel están los de contenido psicológico: emociones, miedos, deseos, conflictos... Y en el altillo, por decirlo de algún modo, están los sueños que nos ponen en contacto con lo que está más allá de la conciencia. Es el universo de lo espiritual."
¿Cómo saber si un sueño alerta sobre un hecho del cuerpo o si es puramente simbólico? "Cuando apunta a un problema en el cuerpo, en general se registran sensaciones físicas muy claras, incluso dolor. Por ejemplo, un hombre sueña que un caballo lo muerde en el brazo izquierdo, y el dolor lo despierta. En realidad, estaba sufriendo un episodio cardíaco. Otra persona sueña que se ahoga y la sensación es sumamente vivida. Puede que el sueño le esté avisando de un exceso de líquido en los pulmones. Cuando el inconsciente intenta advertirnos sobre algo, suele repetir el mensaje con diversas imágenes hasta que es escuchado."
Según Garfield, la imagen de una casa o de un auto representa a menudo las partes del cuerpo o el estado físico en general. "En una casa las ventanas suelen aludir a los ojos, las cañerías a las venas o arterias, la caldera al estómago, la chimenea a la cabeza. En un auto, se sueña que falta gasolina cuando se está sin fuerzas; que el freno no funciona cuando uno está peligrosamente acelerado; que se pierde el control cuando ésa es la sensación en algún área de la vida. Pero también puede hablar de temas psicológicos, como cuando uno se sueña manejando el auto desde el asiento trasero o del copiloto."
En sus viajes por el mundo Garfield pudo conocer la forma en que otras culturas dialogan con sus sueños. Un caso muy difundido fue el de los senoi, una tribu de Malasia en la que se enseña a los niños reglas para el buen soñar. La principal: siempre enfrentar aquello que a uno lo persigue o atemoriza. Si el perseguidor es un tigre, los padres instruirían al niño: "El espíritu del tigre tiene algo que regalarte, la próxima vez que aparezca pregúntale qué trae para vos".
La autora también realizó una encuesta entre mil personas en torno a los sueños más frecuentes. El más popular por lejos (80%) fue el sueño de persecución. ¿A qué atribuye la universalidad de esta vivencia? "Los sueños son una forma de mantener nuestro equilibrio psíquico ante situaciones que nos desestabilizan. Todos nos sentimos amenazados por tal o cual persona o situación: un competidor en el trabajo, una pareja que tememos perder. Siempre estamos atentos apeligres potenciales. Y en nuestro pasado remoto esos peligros eran los depredadores, por eso es común que aún soñemos con ellos."
¿Cuán frecuentes son los sueños de índole sexual? "Ciertamente la expresión de deseos es una temática frecuente, así como la frustración sexual, pero coincido con Jung en que no son los más universales, y que a veces esconden un origen distinto, arquetípico. En mis sondeos registré también diferencias entre los sueños más prevalentes en los hombres y en las mujeres. Las mujeres sueñan más seguido que están dentro de una casa y abundan los conflictos interpersonales. Los hombres tienden más a los escenarios exteriores y a la acción."
A un océano de distancia, en Brisbane, Australia, Jane Teresa Anderson llegó al mismo destino desde un punto de partida diferente. Británica de origen y zoóloga de profesión, Jane había invertido incontables horas de laboratorio en estudiar exóticas criaturas marinas cuando cayó en la cuenta de que le resultaban infinitamente más cautivantes las criaturas que frecuentaba por las noches, en brazos de Morfeo. De un solo golpe de timón, la científica dejó el laboratorio y se abocó a leer los textos clásicos sobre sueños. Pero pronto decidió que prefería arribar primero a sus propias conclusiones, y dedicó varios años y decenas de entrevistas y encuestas -hasta llegó a hacerse hipnotizar- a descifrar por sí misma ese universo nebuloso. Cuando volvió a los clásicos ya tenía sus propias ideas acerca de qué es un sueño y cuáles son las formas más efectivas de extraer oro de sus profundidades. Hoy tiene una larga lista de clientes, un programa de radio en el que interpreta sueños al aire y un puñado de libros de su autoría (cuatro de ellos pueden leerse en inglés en forma gratuita en su sitio: www.dream.net.au). También desarrolló una técnica que llama "alquimia del sueño": una suerte de reescritura del sueño a través de visualizaciones y otras prácticas, para trabajar sus contenidos. "Cuando uno sueña es testigo de cómo funciona su mente, de la construcción y demolición de su sistema de creencias. El problema para muchas personas es que nos educaron con un énfasis excesivo en el tipo de pensamiento del cerebro izquierdo, lógico y mecanicista, y esto hace que sea difícil acceder al modo visionario y holístico del cerebro derecho, que se entiende mejor con el idioma del inconsciente. Pero uno puede entrenarse para percibir imágenes, juegos de palabras, emociones asociadas a ciertos símbolos y otras pistas", dice. A partir de ciertas asombrosas experiencias personales, Jane reunió un registro de sueños precognitivos, que luego publicó en el libro The shape of things to come (La forma de lo que vendrá). Su hipótesis es que los sueños precognitivos o telepáticos se producen en consonancia con las vivencias y emociones actuales del soñante: "Uno resuena hoy con una experiencia ajena, o propia en el futuro, y el inconsciente la incorpora al sueño".
Con tantas opciones, ¿cómo saber si el sueño de anoche fue de elaboración, de duelo, de diagnóstico, telepático, precognitivo, de registro físiológico o de orientación conductual? El consenso es que prevalezca el sentido común y la intuición del soñante.
Dice la psicóloga Virginia Gawel: "Entre las 23 clases de sueños que llevo clasificados en mi investigación podría decir que muchos de ellos tienen una función reparadora: cierran antiguos traumas, viejas heridas, duelos, asuntos inconclusos... y esto no sólo psicológicamente, sino también neuroquímicamente. Hoy se sabe que un sueño reparatorio deja en nuestro cerebro un cambio químico similar al que podría ejercer un psicofármaco, pero de un modo más específico y definido. ¿Cómo no maravillarse ante esa inteligencia del inconsciente? ¿Y cómo no seguir investigando para conocer cada vez mejor las leyes de su funcionamiento y la increíble precisión de su belleza simbólica?".
En sus clases, Virginia hace hincapié en un consejo: no acercarse al inconsciente con ansiedad (ni intentando extraer de él un discurrir lógico y lineal). "Los occidentales debemos aprender primero a a-cordar con el inconsciente, lo cual significa latir con un mismo corazón (cordio), ser cordiales con esa parte de sí, o sea, con uno mismo, y honrar siempre el misterio."
La psicóloga canadiense Jill Mellick no podría estar más de acuerdo. Por eso sugiere una ruta alternativa para comunicarse con los sueños: no interpretarlos. Mellickes poeta y artista plástica, y fiel a su formación junguiana, en su libro The art of dreaming enumera diversas formas de abordarlas imágenes oníricas a través del arte, el ensueño y la imaginación activa. "La idea no es lograr una interpretación prolija para poner en un estante. Necesitamos mantener a nuestros sueños vivos, latiendo, alimentarlos con la imaginación y una curiosidad respetuosa, sostenerlos con la palma abierta." Relata una vivencia reciente: "Una paciente soñó con el color azul. No se le ocurría ninguna asociación. Nos sentamos en el piso y ella cubrió una hoja de papel enteramente con tempera azul. La miró un rato, y de pronto me miró con asombro y dijo: 'Ahí es donde yo voy cuando las cosas se ponen difíciles'. Trabajamos luego por un tiempo con el rojo, que le traje toda su furia contenida. Y un día soñó con una pantalla de TV que le permitía ajustar los colores según sus necesidades. Los sueños y el arte habitan el mismo territorio, es una asociación natural." Mellick sugiere dedicarle aunque sea unos minutos a los sueños cada mañana, "anotar tres palabras, una emoción, un garabato, ya es una devolución al inconsciente, una señal de que le prestamos atención".
Para la niña que reescribió el encuentro con su atacante allá atrás en esa calle de tierra, ha sido un largo camino. Hoy se dedica a alumbrar sueños ajenos con paciencia de nodriza. ¿Qué mejor forma de devolverle al misterio, una y otra vez, el regalo recibido?
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¿Por qué algunas personas recuerdan sueños larguísimos y otras aseguran no soñar nunca? Según Virginia Gawel, quien dicta seminarios sobre sueños on line para personas de todas partes del mundo, "las personas con mucha necesidad de controlar la realidad y controlarse, o las muy exigentes, pueden tener dificultades para ejercer la memoria onírica". Las sugerencias de Gawel son:
• Anotar lo que venga a la cabeza, y ponerle un título. Suele ser más fácil recordar el último fragmento del sueño y rebobinar el resto.
• Dormirse con la intención definida de recordar los sueños, a modo de autoinducción.
• Al despertar, quedarse quieto unos minutos e intentar captar algo del sueño.
• Llevar un diario de sueños, dejando espacio para anotar cada día hechos anteriores o posteriores que uno sienta relacionados con el sueño. Los mejores momentos para despertarse y lograr la evocación son los múltiplos de 90 minutos del final de la noche (a las 6 ó 7 horas y media de haberse dormido). Para encontrar más datos: www.centrotranspersonal.com.ar
Ilustración: Patricia Di Pietro. Producción: Marta Susavila.